Monterrey se yergue sobre un teso que estriba uno de los derrames de los grandes macizos de San Mamed e Invernadeiro. El altozano muere a los mismos pies del Támega, el río con onomástica de saudades célticas (de hondas saudades cuévano, dijo Unamuno), que:
Bate as azas que turvam as estrelas
e sobre as árvores tristes vae pasando
como cantó el poeta portugués del saudosismo, Teixeira de Pascoaes.
La acrópolis preside un valle geórgico, de realización clásica. Es el Partenón o el Homero de los valles gallegos en frase de Otero Pedrayo, de perfecta orquestación, con fáciles accesos a pesar de las cumbres que lo enmarcan.
Por el Sur el valle se prolonga por tierras postuguesas hacia Chaves, la noble Aquas Flavias romana; por el Norte se comunica con las vegas del Arnoya o Limia alta por los ásperos pasos de la Alberguería, que sigue la carretera de Maceda, y de Fontefría a Campobecerros en el ferrocarril Zamora-Orense. De Este a Oeste cruza la carretera de Zamora a Santiago (antes Villacastín a Vigo) que asciende por Fumaces, Ventas de la Barrera y Gudiña en busca de la submeseta Norte a través de las Portillas, y al Oeste por el puerto de las Estivadas hacia Orense por la amplia plana límica.
El valle verinense está perfilado por las más señeras cumbres de Galicia. Al septentión las cimeras sierras de San Mamed, Queixa e Invernadeiro; por el oriente la escueta cumbre de Peña Nofre (1.292 metros), Monte Boloso, Monte Cara, Penas Libres, Fragas de Abedes y Pozo do Demo; as sur las verdes montañas portuguesas de Pradela, Serra Seca, Soutullo, Wamba y Portela y por occidente las Laxes das Chás con las graníticas picotas do Castelo, Montes de Flariz, Monte Ladrón y el lomo imponente del Larouco (1580 metros) que cantó Tirso de Molina.
Desde el collado en que se asienta la fortaleza de Monterrey el panorama es espléndido en cualquier estación del año: en la primavera con los mil matices del verde joven, los centenales peinados por el viento, o el oro vivio de las chorimas del tojo; a la luz radiante del verano, los viñedos y frutales plenos; en el invierno la geometría cubista de praderías y sembrados, pero sobre todo la maravillosa y exultante embriaguez de los mil tonos otoñales que no pudiera soñar la fantasía de Tintoreto.
El Licenciado Molina en el siglo XVI dice de él que "es uno de los más frescos valles y vista que hay en Galicia... de tres leguas de largo y una de ancho... de los abundosos que hay en el Reyno y aún en Castilla de cuantas cosas en general se pueden pedir, de gran sobra de pan y vino y ganado, de todo género de caza y todas suertes de frutas preciadas en abundancia". El elogio es justo, y válido el desbordado entusiasmo del clérigo afincado en Mondoñedo.
La principal ruta de acceso es la carretera de Zamora a Santiago, itinierario núm. 525, construida en algunos trozos por cadenas de presidiarios bajo la dirección de Sagasta, que en Puebla de Sanabria dejó el recuerdo de románticos amores. Antes había sido camino de peregrinación jacobea y luego hollado fatigosamente por los segadores en su éxodo estival que han dejado testimonio en el amilladoiro de Padornelo.
La villa fuerte de Monterrey se halla situada a 2 km. de la carretera general núm. 525 en bifurcación hacia el Norte, entre los kilómetros 483 y 484 y a una altitud de 523 metros sobre el nivel del mar.
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